Archivo diario: noviembre 3, 2008

La procesión de la muerte

I

El viernes, al llegar por la noche a casa con mi hijo, vi en la esquina a un caballo blanco de cartón, lo montaba la muerte. Los seguía una banda con tambora y una multitud que cantaba. Era una procesión por el día de muertos. Cargué a mi hijo en los hombros y nos unimos a la marcha. Le dimos la vuelta a la colonia entre gente con la cara pintada de calaveras, un diablo con tridente y vecinos con trajes típicos. Cantaban la Zandunga, La vida no vale nada, Cucurrucucú Paloma. Terminó la caminata en la Plaza Río de Janeiro, ante un altar de muertos. En mis hombros, mi hijo cantaba una tonadita que le enseñaron en la escuela: ding-dong, ya viene la muerte; ding-dong, que nos llevará…

II

El sábado fui con una diablita a una fiesta de disfraces. Fue por Interlomas: los arquitectos volaron la mitad de una montaña y en el hueco que quedó construyeron unos edificios ultramodernos. Hacía un frío espantoso. La mitad de los hombres se disfrazó de Guasón en enfermera. La edad promedio era de 21 años, pero no era yo el más viejo. Ahí estaban el papá y la mamá de los anfitriones. Ella disfrazada de Maléfica. El señor no sé de qué, o venía como yo, no disfrazado. En algún momento empezaron los golpes. Batman contra el Monje Loco. El señor fue quien detuvo a los peleoneros. Luego entendí cómo era que él tenía tanto poder sobre ambos: los que se golpeaban eran sus hijos. Al rato los hermanos, borrachos, se abrazaban, llorando.

III

El domingo por la mañana me avisaron de la muerte repentina de una tía. Se había levantado por la mañana a darle medicinas a su hija que vive atada a una silla de ruedas. Mientras mi prima tomaba el medicamento, mi tía cayó al suelo. Murió a los pocos minutos. Infarto masivo, dijo el parte médico. Al funeral fue toda la familia. Mi prima, en su silla de ruedas, estaba desconsolada. «Cómo voy a vivir ahora», decía. La funeraria estaba a pocas calles de mi casa. De camino pasamos por uno de los altares de muertos de la procesión del viernes. Recordé qué fecha era: justo el dos de noviembre.

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